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martes, 24 de agosto de 2010

Concierto para dos violines


   El amor de verdad... era sincero e inocente: no eran más que unos adolescentes, unos crios en realidad.
La sensación de aquel primer beso en el cuello Inés la tenía olvidada hasta que un dia, pasados los años, habló de Antonio José. A penas se acordaba de él hasta que su hermano le preguntó por la historia. Fue una historia bonita, sencilla, entrañable...

   En el autobús se sentaban juntos Antonio José e Inés y había algo mucho más allá de lo carnal, se miraban a los ojos y se veían realmente como eran. El beso del que antes hablaba, el que luego desembocó en los labios, era el más entrañable que había sentido Inés jamás.
Pasó, después del encuentro del autobús meses sin saber nada de Antonio José, pero anhelando volver a probar la sinceridad de sus labios. Finalmente se volvieron a encontrar, pero sus vidas habían cambiado demasiado y pese a que se declararon sus recíprocos sentimientos no fue posible que de ahí surgiera una relación. Las circunstancias les obligaron a separarse, pero esta vez sí es cierto que fue bonito mientras duró.

   Conforme Inés le contaba todo esto a su hermano se dio cuenta que no volvería atrás para cambiar nada de lo que sucedió porque era una bonita historia tal y como sucedió. Habían pasado años y hasta ese momento ella no pudo ser consciente de que aquél fue su primer amor pese a que ella anteriormente ya había estado con otros chicos. Fue un amor fugaz pero sincero y todo lo que Inés recordaba de Antonio José era bonito: no había malicia, intereses, prejuicios... simplemente eran ellos mismos y quizás por eso aquel primer beso en el cuello ella lo recordaba como el más entrañable.
   Pese a que ya no sintiera nada por él (excepto un cariño verdaderamente sincero) nunca olvidaría Inés esa sensación dulce, tierna, inocente...

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