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lunes, 5 de marzo de 2012

La del nicho de al lado

Para los Chatas y los Talentos
y sobre todo para Paquita y para Pepe "el Ganga". 

"¡Anda leche, qué susto!... ya me están llamando desde el otro lado de la pared." Corría la década de los 60 y Carmen, la vecina de Magdalena la reclamaba para tomar el té.
Habían pasado años de penurias. La pobreza y el hambre habían dejado paso a una época de tranquilidad en un barrio nuevo, apartado de la ciudad y creado exclusivamente para realojar a personas sacadas de sus viviendas a la fuerza. Era un barrio humilde, de gente trabajadora y que quizás por sentirse tan despreciados y apartados se unieron como una familia. Eventos como Eurovisión se convertían en la excusa perfecta para sacar las sillas a la calle y ver uno de los acontecimientos del año en la que posiblemente era, la única televisión de todo el barrio.

Las familias de Carmen y Magdalena vivían allí, puerta con puerta y se juntaban con las amigas más allegadas a tomar el té que una vecina suya traía de Francia...
-"Se conoce que la gente que vive en el pueblo reniega de nosotros, como si fuésemos unos apestados. Tú te crees... con la de veces que he limpiado yo sus casas."
-"¡Más honradas somos nosotras que la fresca esa, la que se quedó viuda y se conoce que va de hombre en hombre sacándole las perricas a tós! Lo que pasa es que los ricos mandan."
-"Lo que es menester es que San Pedro haga justicia y no entienda de dineros a la hora de abrir las puertas..."
-"A verás cuando venga la Frasquita, nos tenemos que callar que como le dé el abolunto nos arrea un garrotazo por hablar así".
-"Bueno yo me voy ya, que mi marido está al caer. ¿Mañana me tocas a los tres cuartos pa las cinco?
-"En cuantico el té esté listo."
-"Con Dios."
-"Hasta mañana."
Tenían dinero para poco más que para vivir, pero hablar era gratis.

La vida les fue llevando por caminos distintos según pasaban las décadas y las familias aumentaban un poquito a cada año que pasaba; pero el vínculo casi familiar que les unía les obligaba a juntarse sobre todo en Nochebuena: a cantar los villancicos, a comer jamón y después los turrones... pero el mejor espectáculo era ir a la Misa de Gallo acompañando al ejército compuesto por tres y hasta cuatro generaciones de Chatarreros armados con panderetas, zambombas y botellas de anís. Todos ellos encabezados por Vicente y su guitarra.


Las puertas del cielo no tenían cabida esos días, pero poco a poco fueron faltando personas...
Y fíjense lo que son las paradojas de la vida: Carmen y Magdalena acabaron siendo vecinas también en el cementerio. No sabemos qué les depararía San Pedro, pero la muerte no entiende de clases y esas personas para las que trabajaban y que renegaban de ellas tenían su nicho preparado allí también.

Siempre llega, y a la hora de la verdad da igual lo que hayas tenido en vida, pues tú sólo te vas con lo puesto y a los tuyos les vale con lo que les enseñaste para superar el duelo.




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