Un lugar donde todo es posible y la ilusión es el combustible...

lunes, 4 de junio de 2012

La oración

Corría la década de los años cuarenta y era una mañana de invierno. El frío era punzante, pero como cada mañana, antes de ir a hacer las tareas propias de una mujer como Dios manda (o como estaba bien visto por aquellos entonces) Lola se dirigió a la Capilla de Santa Rita.
Enlutada y con una mantilla negra cubriéndole la cabeza entró en la capilla, mojó su mano con el agua bendita para hacer la señal de la cruz y se dirigió al reclinatorio que había cerca del altar, en un lateral. Lola sacó su rosario de cuentas de azabache y se puso a rezar un día más pidiéndole a Dios que le diera fuerza para sacar de su mente los malos pensamientos que la asediaban. Su marido murió en la guerra y no tenía dónde ir a llorarle y su hijo se encontraba en la cárcel, al igual que le sucedía a miles y miles de mujeres en la España de esos tiempos.
Santa Rita tiene fama de ser la patrona de las cusas imposibles y Lola la veneraba desde niña. Rezaba y rezaba pidiendo que desaparecieran esos deseos horribles de venganza, lo que a ella le parecía imposible...
Día tras día acudía a la capilla, sola y sintiéndose sucia por desear el mal de otras personas, lo que no era propio de una buena cristiana. Cogía el rosario fuertemente entre sus manos y apretaba suplicando a Santa Rita que consiguiera lo imposible, que apartase todo ese odio que le estaba pudriendo el alma y que no le dejaba vivir con la conciencia tranquila: "Dame fuerza y valor para levantarme cada día sin perder la fe "-decía Lola,- "para que así, algún día, si mi hijo vuelve a mi lado pueda ir con la cabeza bien alta y sintiéndome dichosa por no guardar rencores ni sentir odio por aquellos pobres de espíritu que no conocen otra cosa más que el terror."
Ese día fue diferente... Con el frío que hacía Lola no debió ir a lavar a la fuente después de su oración matinal. Una pulmonía la acabó llevando a un hospital de monjas que tenían muy buen corazón pero muy pocos conocimientos de medicina. Al lado suyo había un joven con fiebre amarilla que no dudó en cogerla de la mano al ver que ya tan sólo podía delirar a causa de la fiebre y no le quedaba nada más que sus alucinaciones. Moriría en cuestión de horas. Lola no hacía más que llamar a su hijo Julián, pensando que era el joven que le sujetaba la mano. Pero no lo era. "Julián, Julián, no me sueltes la mano, por Dios. He tardado mucho en volver a estar contigo y si esta es mi muerte, será la más dulce teniéndote de nuevo a mi lado. Sé feliz, hijo. Búscate una buena chica y apóyate en ella para reconciliarte con el mundo." El muchacho pensó que, no le hacía ningún mal acompañar a esa pobre mujer de la mano a la otra vida. Creyó que, quizás lo único que necesitaba era no sentirse sola en ese momento.
... y su corazón dejó de latir.
Lola había muerto con la más dulce de sus sonrisas y en paz con el mundo.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Viniendo de alguien tan exigente como tú que califiques sin dudarlo ésta como un gran historia es todo un halago. Muchas gracias, una vez más ;)

      Eliminar